El verano: infierno o paraíso para las relaciones de pareja?
La llegada del verano es una de las épocas del año más celebradas: el buen tiempo, el incremento de horas de sol y, en muchos casos, la proximidad de las vacaciones, a menudo ayudan a mejorar nuestro estado de ánimo.
Además, la posibilidad de hacer un paréntesis en la rutina laboral, disponer de más tiempo libre y poder compartirlo con la pareja, hace que el verano se plantee como uno de los mejores momentos del año para disfrutar y profundizar en la intensidad de la relación afectiva.
Sin embargo, las estadísticas confirman que durante esta estación se deciden el 33% de las separaciones. ¿Por qué durante estos meses se producen más rupturas? ¿Qué podemos hacer para que nuestra relación de pareja no se vea afectada?
El verano: con las vacaciones no siempre llega la felicidad
En muchas ocasiones, las parejas atribuyen los conflictos que surgen en la relación a la falta de tiempo y el estrés que acompaña el día a día. La dificultad de conciliación de horarios laborales y familiares y el frenético ritmo de vida actual pueden convertirse en factores precipitantes de las crisis de pareja, pero en bastantes ocasiones, existen situaciones más complejas detrás.
Con la llegada del verano y de las vacaciones, los dos miembros parten con la expectativa de que estos conflictos acumulados se resuelvan automáticamente, al poder compartir más tiempo juntos.
En cambio, la realidad puede ser muy diferente: precisamente, el hecho de pasar más horas juntos, puede poner de manifiesto muchas tensiones latentes que, durante el resto del año, han sido encubiertas por unos estilos de vida demasiado centrados en el ámbito laboral. En estas ocasiones, ante los problemas o desacuerdos que han ido surgiendo en los meses previos, en vez de afrontar adecuadamente, suele cometerse el error de pensar que se solucionarán solos, con el paso de los días. Así, pueden irse acumulando una serie de conflictos que, aunque todavía de manera individual no resulten demasiado importantes, sumados pueden llegar a poner en peligro la relación.
Otro aspecto a considerar es que las vacaciones conjuntas implican tener que reformular la rutina del día a día: de repente, se deben compartir muchas más horas de las usuales con el otro miembro de la pareja. A veces, esta situación, lejos de ser una fuente de satisfacción, puede generar cierto malestar. La falta de costumbre de estar tantas horas seguidas con la otra persona podría generar una sensación de agobio y de angustia en alguna de las dos partes. De desarrollar varios roles a lo largo del día, todo relacionándose con diferentes personas, se pasa a vivir las 24 horas del día en pareja, prescindiendo muchas veces de un espacio personal para cada uno.
Es importante también destacar cómo, a toda esta problemática, se puede sumar una más específica del verano: aspectos como los de decidir las fechas y el destino de las vacaciones, planificar el tiempo libre de los hijos / as y la posibilidad de compartir más tiempo con las familias de origen de cada uno de los miembros de la pareja, pueden ser fuente de conflictos por ellos mismos.