¿Cómo gestionar los conflictos personales?

SamSara | 14 Sep 2021 | Blog

Si hay un principio básico, es que la vida es movimiento, y el movimiento a veces genera fricciones. En las relaciones interpersonales (ya sean familiares, de amistad, de pareja, laborales…) es habitual que de vez en cuando puedan surgir dificultades y conflictos.

No solo se trata de un hecho inevitable, sino que bien gestionado puede convertirse en una oportunidad para aprender, crecer y cultivar la relación.

Foto cortesía de Medienstürmer en Unsplash

Aprender a gestionar los conflictos personales

Plantéate si estás dispuesto a poner solución

En ocasiones, cuando decimos que queremos resolver un conflicto, lo que queremos decir es que queremos resolverlo a nuestra manera.

Cabe preguntarse a uno mismo, con sinceridad, si estamos dispuestos a poner solución e ir más allá de la queja.

Si realmente es así, ya has dado el primer paso, y lo que sigue a continuación va a interesarte mucho.

Aceptar la situación

Debemos aceptar la situación sin juzgarla.

Es normal, especialmente si el conflicto es grave, que le demos vueltas a la situación pensando cosas como: “esto no debería haber sucedido”, “esto es injusto”, “esta situación me frustra (o me duele, o me genera ansiedad…)”, pero no deberíamos atascarnos en una rumiación sin fin al respecto.

Es importante recordar que sentirse así es perfectamente válido, pero que para resolver el conflicto hay que dar un paso a un lado, ver las cosas desde otro punto de vista más neutral.

Es imprescindible aceptar que lo que ha pasado, efectivamente, ha pasado y a continuación cuestionarse también qué ha pasado exactamente: ¿si reviso el incidente desde otros puntos de vista, despojándolo de mis juicios y opiniones… cambia alguna cosa?

Ponerse en el lugar del otro

Saber empatizar y ponernos en el lugar del otro también es clave. Nuestra posición no es, necesariamente, la única válida o la que representa la verdad universal (si es que ésta pudiese existir).

En todos los conflictos existen, como mínimo, tres posiciones: la mía, la del otro y la del observador. Es por ello que es muy enriquecedor abrirnos a nuevas posturas y razonamientos, haciendo un esfuerzo por entender al otro.

¿Cuáles son sus creencias, sus necesidades, sus miedos? Solo entendiendo al otro y entendiéndonos a nosotros mismos podremos acercarnos más a una solución en la que ambos ganemos.

Aprende a diferenciar entre identidad y conducta

A la hora de gestionar de forma eficiente un conflicto es muy útil, como decíamos anteriormente, poder dar un paso atrás para observar de nuevo toda la situación con otros ojos. Unos ojos que no juzguen y que sean lo más imparciales posible.

Anota las conductas implicadas sin tener en cuenta quién las ha llevado a cabo, y reflexiona: ¿estabas reaccionando a la conducta o a los juicios que tienes de la persona que las realizaba?

Ejercita el silencio

Ejercita el silencio. No, no se trata de castigar al otro con la “ley del silencio”, sino de ponerle pausa al conflicto deteniendo una posible reacción en cadena de la que podamos arrepentirnos después.

Cuenta hasta diez y respira hondo, de este modo podrás responder racionalmente en vez de reaccionar instintivamente.

El arte de la negociación

Acaba con la batalla de egos y negocia. Sé flexible y razonable, y plantea un diálogo abierto.

Estimula la búsqueda de soluciones donde ambas partes puedan salir ganando y ver sus necesidades atendidas.

Es importante que la solución tenga en cuenta a ambas partes, de lo contrario simplemente estaremos abonando el terreno para que el conflicto resurja más adelante.

Ahora, después de haber visto los 6 consejos que nos da Silvia Díez, te queremos plantear un pequeño ejercicio para reflexionar:

Busca un par de ejemplos de conflictos que hayas tenido últimamente, y repasa uno por uno los 6 puntos que hemos visto.

¿Los has cumplido todos, o podrías mejorar alguna cosa?

¿Qué otras soluciones diferentes a las que se plantearon en su momento crees que hubieran sido posibles?